Gracias a una sugerencia de Santiago, hoy comencé el dia leyendo el blog de Hector Abad Faciolince. El motivo de mi curiosidad periodística, contrario a lo que se podría pensar, poco tiene que ver con la cotidianidad colombiana, sino precisamente con todo lo contrario: el afán de huzmear en medio de los escritos y anécdotas de quizás el unico escritor colombiano reconocido que escribe acerca de la cotidianidad berlinesa.
Recuerdo que al vivir en Colombia las únicas impresiones que tenía acerca de Alemania se reducían a nieve, autos costosos, gente aburrida, idioma inentendible y pasado oscuro. De hecho aún recuerdo como me parecía de extraño que dos de mis mejores amigos, Andrés y Otto, decidieran aprender alemán en su tiempo libre, habiendo tantos idiomas bonitos y mejores cosas que hacer en los ratos de ocio. Sin embargo, mi percepción acerca de Alemania, y en particular acerca de Berlín, mejoró muchisimo luego de visitar la capital en repetidas ocasiones. De un momento a otro la nieve dio paso al sol; la gente aburrida se quedaba en sus casas mientras que la gente chevere paseaba en medio de parques, cafés y zonas comerciales; el idioma cacófono poco a poco se volvió inteligible y el pasado oscuro se materializó como eso, como un pasado que poco tiene que ver con el presente.
Mi primer año en Berlin fue de lo mejor. Los primeros meses me dediqué a aprender el idioma y a conocer gente. El clima se ponia cada vez mejor, y con el, la posibilidad de emprender actividades interesantes, que de ninguna manera podria haber realizado en otros lugares (picnics, ping pong callejero, tardes enteras jugando backgammon o filosofando en frente de la misma taza de cafe, asados, idas a museos, desfiles, bares con sofas y musica ambient, malentendidos divertidos, exposiciones al aire libre, festival de esculturas de arena, etc). La ciudad se volvio mi amor platonico, y en ella me movia con una pasion poco tipica en mi (asi Ingrid y Chris me tildaran constantemente de perezoso).
Sin embargo, con el paso del tiempo, la ciudad perfecta se volvio rutinaria. Si, otra vez el Carnaval de las Culturas. Si, otra vez juegos de mesa. Si, otra vez queso arabe en pan de pita... El verano dio paso a la nieve; la gente chevere resultó siendo mas normal de lo pensado; el idioma inentendible dejo de serlo, pero siguio siendo inaceptable para doblar series y películas americanas; y los autos costosos... esos siempre han sido y seguirán siendo costosos, inalcanzables a partir de mi condición de "normalverdiener" (el que gana lo normal).
Leyendo las anecdotas de Hector Abad Faciolince me acordé de algo que siempre he sabido: no hay nada como empezar de nuevo. La sensación de comenzar es una de las más gloriosas, y el tipo tiene ahora la posibilidad de renacer en una de las ciudades europeas mas movidas e interesantes. Quizas le molestará vivir en una sociedad igualitaria donde nadie te empaca las compras en una bolsita a cambio de monedas, donde los edificios carecen de porteros y donde las empresas desconocen el cargo de "la de los tintos" (a mi particularmente me parecia al principio "huy nada que ver"), pero ojalá que el entusiasmo por su nuevo habitat le dure todo el año, para así yo poder redescubrir esta ciudad, una vez más, a través de sus escritos.
A Great Podcast about the Great Economist Franco Modigliani
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Not about his economics, but about his early life and escape from fascist
Italy. Told by his grandson David Modigliani. I listened to it via Audible,
but i...
3 weeks ago
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