Wednesday, May 07, 2008

El día que conocí el cielo

Otro escrito pseudo-literario traído del más allá...

Estaba yo sentado con mis dos mejores amigos sobre una de las anónimas aceras de esta ciudad. A medida que el sol parecía ocultarse detrás de los cerros, la cantidad de personas que desprevenidamente transitaban por ambos lados de la calle aumentaba. Estudiantes, empleados y vendedores constituían una masa amorfa de vida que poco a poco iba inundando el lugar.

Laslo, de ojos profundos y palabra sincera, me dijo que un día de estos yo también iba a ser parte de esa masa, que iba a tener que luchar un pedacito de espacio junto a la gente que la constituía. La idea no me pareció del todo atractiva, pero tal como sucedía con la mayoría de realidades que me negaba a aceptar, pronto habría de olvidar el comentario.

Las primeras estrellas se elevaron sobre el firmamento y me apresuré a pedir un deseo. Cerré los ojos, formulé en silencio unas cuantas peticiones. La sensación de poder comunicarme con el resto del universo se hizo evidente en ese instante tan real y sugestivo a la vez. Me imaginé entonces colándome por entre las nubes, como tratando de ver mas allá de lo que cualquier persona hubiese visto antes. Sentí el frío de las alturas, la helada profundidad del cosmos, el tierno rocio que acariciaba mi rostro. El aire, mas puro, mas ozónico, se hizo denso ante mis pulmones. Un manso temblor se apoderó de mis rodillas, posteriormente de mis brazos, y luego de todo mi cuerpecito; ahora tan diminuto como las gotas que antes deslizaban por mi mejilla. La presión del aire, mas fuerte que de costumbre, comenzó a elevarme cada vez más, dejándome apreciar desde las alturas el panorama desolador de una ciudad que pretende ser grande, pero que está constituida por seres mucho más pequeños e insignificantes de lo que yo era en ese instante.

El viento se hizo más recio todavia, y a manera de remolinos, me transportó en el tiempo y el espacio, elevándome tanto que ya el aire dejó de serlo y el mínimo sentido de gravidez se hizo ausente. Me elevó tanto que nisiquiera el grueso susurro del viento era audible. Me elevó tanto, pero tanto, que cuando estuve arriba, más arriba de lo que cualquier persona hubiese estado antes, me desvanecí.

No recuerdo más. Mis amigos dicen que me puse muy mal y comencé a vomitar. Pensaban que en realidad si me había ido, que nunca mas habría de volver. Me llevaron a un centro de urgencias, en el cual hicieron todo lo posible por mantenerme anclado a este mundo. Lo lograron, y por eso cuento la historia.

Ese día conocí el cielo.

Ese día dejé la droga.

Fecha: Noviembre 24 de 1999

1 comment:

Marcelo said...

Que boleta de escrito.. como se nota que me dio duro Bogota :)